Coronavirus: ¿hasta cuando influirá en nuestra cotidianidad?

Mariarosaria Lima

Coronavirus, fase I

Cuando se presentó el primer caso oficial de corona virus en Colombia, según los reportes más recientes, ya se había extendido por 96 países.

Ya teníamos algunas informaciones sobre la resistencia a las altas temperaturas, que en lugares con más alta contaminación se difundía más rápidamente, que afectaba más los mayores también. Informaciones posteriormente rebatidas y, que como siempre, parecían hechas más generar pánico que para informar a las poblaciones.

Nos decían que había que usar tapabocas y luego decían que no (parecía que para las personas sanas era peor utilizarlo), se sensibilizaba hacia prácticas de higiene básicas que yo daba por supuestas y me sentía una extraña en mi mundo.

Leía diferentes opiniones sobre el virus: conspiración; quienes pensaban que con buena alimentación se podía evitar; quienes no creían en su existencia; quienes, afortunadamente, seguían las indicaciones de las organizaciones internacionales; oficiales que en seguida se activaron para sostener los procesos de prevención; quienes se desesperaban y hablan del Apocalipsis… Hay que respetar todas las opiniones, pero creo que la actitud con la que nos enfrentamos a ellas y a la realidad son fundamentales.

Tengo mis practicas de cuidado y autocuidado, mi fe para confiar en que todo mejorará y, la verdad, mis miedos y mis tristezas hacia mi familia y la gente del contexto en donde me encuentro. La preocupación por la cantidad de personas que ya han muerto y que se encuentran en condiciones de salud grave y porque no, también mis miedos y mis preocupaciones hacia mi vida y por lo que pasará cuando termine esta cuarentena.

En la que llaman la fase I, parecía que la única prioridad para la prensa fuera mirar como la economía global estaba colapsando, subrayar los errores de las políticas de algunos gobiernos y enumerar las muertes de manera compulsiva sin respetar a las personas detrás de esos números. Claro, vivimos en democracia y hay que informar, pero siempre vuelve la actitud de este discurso. ¿Cómo nos informan?

Con la misma actitud de siempre, poco útil y a menudo dañina, muy separadora entre personas y demostrando que el interés primario siempre queda en la economía.

El inicio de la cuarentena

Cuando se empezó a hablar de cuarentena en Colombia me encontraba de vacaciones. La organización con la que estoy desplegada estaba sacando a las personas voluntarias de otros países que parecían mucho más inseguros que Colombia frente a la pandemia. Los efectos del distanciamiento social comenzaron a afectarme. Algunas personas de mi familia no confiaban en que, en Colombia, se pudieran seguir las recomendaciones y las prácticas de prevención. Varios amigos me decían que no estaba considerando el complejo contexto que representa el país y que, en caso de que la economía colapsara, me iba a quedar en un lugar muy inseguro y sin comida, me aconsejaban de regresar. Me ofrecían escenarios apocalípticos, y a menudo ignorantes, provocados por la mala información. En mi caso, ya que estaba en un lugar de gran afluencia turística, no siempre estaba a gusto estando cerca de la gente. Intentaba mantener una “distancia de seguridad” con muchas de estas, ya que al final venían de lugares de donde ya se habían oficializados casos.

Perspectivas distintas

Un día, vino un joven de España que viajaba desde Venezuela y quiso enseñarme imágenes y vídeos de personas que estaban sufriendo por el virus, no era algo que quisiera ver pero, a pesar de todo, lo hice. Me chocaron bastante, sobre todo los vídeos. Hasta ese momento no había ni querido ver estás imágenes, en los ojos de las personas que me enseñaba veía el mismo sufrimiento que había visto en algunos sirios que encontré en un parque en Beirut hace algunos años. No creo que  fuese como rechazo a la realidad que estábamos viviendo. El miedo a la muerte y a la enfermedad a veces nos pone en la condición de activar lo que se suelen llamar  “mecanismo de afrontamiento” y se que los míos hay que revisarlos bastante. De hecho me dio mucha rabia y le hablé de la indiferencia que las personas habían demostrado hasta aquel momento con respeto a otros problemas para mi más graves, más injustos y para los cuales la solución debería ser mucho más simple que estudiar en un laboratorio la vacuna para un virus, que ahora parece ser la cosa más deseada del mundo.

Al final creo que esta persona solo quería compartir algo porque él también se sentía muy asustado y le hablé de cómo, para mi, el virus más grave es la indiferencia, el egoísmo, la lucha de poder y todos los juegos que hay atrás de éste: las apariencias, el juicio y el prejuicio, la falta de respeto entre seres humanos, la explotación de la Madre Tierra, la incoherencia, el hacer el bien a veces solo para acallar nuestras conciencias, el desear lo que tiene el otro sin apreciar lo nuestro ,y tal vez, la falta de agradecimiento sincero. Muchas más cosas que de la misma manera causan muertos pero que generan menos noticias.

Me encontré también con una persona que quería que me fuera de su isla y que me dijo que el único texto sagrado, la Biblia, hablaba de este momento y que iba a suceder una tercera Guerra Mundial. ¡Bueno!

Creo que esta será la ocasión perfecta para que muchos gobiernos entiendan que hay que invertir en cosas diferentes a las que están invirtiendo, como armas, drogas (si drogas, porque en muchos países sigue siendo algo gestionado por el gobierno que con su prohibición sigue en su negocio), sistemas de salud que no tienen una visión holística de las personas y que en tiempos de globalización podrían abrirse a nuevas investigaciones (que claro, no siempre son simples de obtener) y a nueva curas  más naturales y menos dañinas; mala educación, mala alimentación. Y espero que este cambio se haga en interacción con culturas ancestrales, antiguas, indígenas, que siguen sufriendo lo que ahora conocemos como neo-colonialismo y que al final tiene siempre las mismas causas: el poder del uno sobre el otro.

Sería lindo que se pudiera realizar un sistema de salud global, una economía más sostenible, relaciones humanas más coherentes, ­­que hubiera un sistema financiero más justo que tome en cuenta también de las personas y que considere que detrás de los números hay personas y no cifras sin identidades. Al final el dinero también lo crea el hombre, así como otros sistemas y ejemplos de intercambio de moneda que en algunas sociedades ya se están implementando. Me gustaría que esta moneda que creasen pudiera ser utilizada para cosas más virtuosas, y así no correr el riesgo de encontrarnos un día sumergidos en billetes falsos en un mundo con comida enferma.

Consciente de que el cambio empieza en nosotros y nosotras allí donde estamos,  desde el principio intenté tener una actitud de calma, sin caer en medios y/o en visiones catastróficas.

Justo cuando volví del viaje empecé la cuarentena.

Alianza por la Solidaridad y su acción frente al virus

Alianza por la Solidaridad restringió las salidas a terreno, trasladó las personas voluntarias en lugares con servicios de salud más seguros y, al mismo tiempo, activó proyectos de emergencias para atender la población en las comunidades en donde se ejecutan los proyectos. A nivel interno demostró mucha solidaridad y “activamos” otra estrategia de comunicación interna y externa para poder cumplir con el objetivo general de la organización: luchar para salvar vidas, enfocándonos también sobre nuestro cuidado y autocuidado.

Empezamos el proceso de teletrabajo y seguimos en contacto constante con las personas representantes de las comunidades para monitorear tanto el respeto del protocolo y decretos nacionales, como su estado de salud.

Revisamos los proyectos para poder atender las personas participantes de otra forma y no verlas ulteriormente afectadas.

Además, la coordinadora regional del Cauca, en donde estoy desplegada, ya estaba activándose para que se pudiera atender a la población migrante respetando los protocolos de bioseguridad.

Aquí, las personas representantes de las comunidades ya nos estaban informando de haber activado un servicio de control del territorio, tanto por parte de la guardia indígena como por parte de la guardia cimarrona. Lastimosamente, desde el país llegaban informaciones de casos de abusos por parte de algunos actores al margen de la ley y desde las comunidades más aisladas, lamentaban ya casos de diarrea por falta de agua, violaciones de los Derechos Humanos por parte de los actores armados que impedían el acceso a las fuentes de agua, y escasez en recibir abastecimientos y bienes necesarios para su supervivencia.

Así que, seguimos actualizando nuestro trabajo y adaptándolo a la situación, difundiendo los mensajes de la Organización Mundial de la Salud y también ocupándonos de nuestro cuidado y autocuidado. Hemos empezado a producir y difundir mensajes para que todas las personas que forman parte del equipo puedan vivir este momento sin o con menos angustia, tutelando su salud y la de su entorno para poder cumplir con nuestras tareas y nuestro deber de quedarnos en casa.

El coronavirus: realidad pesada con consecuencias latentes

El Coronavirus ha sido un mazazo para muchas personas, pero la cotidianidad sigue, con algunos cambios, pero sigue. Algunas personas quieren ignorarla, otras qui­­eren vivirla con angustia y con la intención de exorcizar sus temores, a otras les da miedo, a muchas rabia. Otras parece que la viven con tranquilidad, aceptándola y luchando para mejorarla, siempre cumpliendo con las medidas de precaución. Sin ignorar o faltar al respeto a las muertes y al sufrimiento de quien están luchando contra este virus.

Sin embargo, mi primer pensamiento cuando vi que todo esto se estaba convirtiendo en una pandemia mundial, fue que hubiera sido tan lindo ver la misma reacción y atención mediática hacia el problema político del hambre, virus estructural del mundo globalizado; la existencia del conflicto, consecuencia de una condición humana interna que por lo general encuentra su expresión en la polarización de ideales de otros tiempos que al final solo se quedan en una lucha de poder ente diferentes actores (tanto “legales” como “ilegales”) o en una ilusión de supremacía; las catástrofes naturales que también podríamos prever o para las cuales se podrían mitigar las consecuencias si solo los gobiernos se comprometerían más en el tema y las personas cambiaran sus costumbres.

¡Claro, es retórico todo esto!

En resumen, creo que si a nivel general este virus ha abierto la caja de Pandora de los límites de algunos gobiernos, de sus sistemas y de su población o de una parte de ella, a nivel individual nos ha puesto frente a dos conceptos de la vida que creo asustan a muchas personas: la enfermedad y la muerte.

Por esto también me gustaría concluir con las palabras de un filosofo budista contemporáneo que me gusta mucho: “El budismo nos enseña que no deberíamos eludir el hecho de la muerte sino confrontarlo cara a cara. Desde la perspectiva budista, la vida y la muerte son dos fases de un continuum. La vida no comienza con el nacimiento ni termina con la muerte. Todo en el universo, -desde los invisibles microbios del aire que respiramos hasta las grandes espirales de galaxias- está sometido a estas fases. Y nuestras vidas individuales son, asimismo, parte de este gran ritmo cósmico.

Nuestras actitudes y creencias acerca de la muerte tienen una gran influencia en la forma en que enfocamos la vida.

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